Hepatitis D, el virus satélite de la hepatitis B que dispara el riesgo de cáncer hepático

Coinfección, diagnóstico tardío y nuevas terapias: lo que debes saber sobre la hepatitis delta y la prevención efectiva.

Vida y Estilo12 de agosto de 2025 Maggie Abraham
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Hepatitis D, el virus satélite de la hepatitis B que dispara el riesgo de cáncer hepático

Cuando se habla de hepatitis, la D suele ser la gran olvidada. Su vínculo con la hepatitis B y su agresividad silenciosa la convierten en una amenaza que crece en las sombras. Pero reconocerla y actuar puede marcar la diferencia entre un diagnóstico tardío y complicaciones letales. La hepatitis D exige atención urgente: afecta a quienes ya viven con hepatitis B, acelera la progresión a cirrosis y multiplica el riesgo de cáncer de hígado.

¿Qué es la hepatitis D y por qué importa?

La hepatitis D, también conocida como delta, sólo puede desarrollarse en personas que ya están infectadas con el virus de la hepatitis B (VHB), ya que necesita su "envoltura" para replicarse. Aunque afecta a alrededor del 5 % de las personas con infección crónica por VHB, se considera la forma más grave de hepatitis vírica crónica por su rápida progresión hacia cirrosis y cáncer hepático.

La Organización Mundial de la Salud ha confirmado que la hepatitis D es cancerígena, elevando entre dos y seis veces el riesgo de cáncer de hígado respecto a tener solo hepatitis B.

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Impacto epidemiológico y diagnóstico

A nivel global, se calcula que entre 48 y 60 millones de personas podrían estar infectadas con hepatitis D, aunque estas cifras podrían estar subestimadas por el infradiagnóstico.

En países como España, se estima que entre el 4 y el 5 % de los portadores de hepatitis B presentan coinfección con hepatitis D, lo que equivale a entre 5 mil y 7 mil personas afectadas. En registros recientes, casi la mitad de los pacientes detectados ya tenían cirrosis al momento del diagnóstico.

Desafíos en el diagnóstico

La hepatitis D suele detectarse en fases avanzadas. En aproximadamente el 40 % de los casos ya existe daño hepático avanzado cuando se realiza el diagnóstico. Su evolución silenciosa y la falta de síntomas visibles al inicio contribuyen a este retraso. Además, el acceso a pruebas específicas como ARN del virus o anticuerpos anti-HDV es limitado en muchos lugares.

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Avances terapéuticos: nuevas esperanzas

Hasta hace poco, el tratamiento consistía únicamente en interferón alfa pegilado, con tasas de respuesta inferiores al 20%, efectos secundarios severos y contraindicado en pacientes con cirrosis avanzada.

Ese panorama ha cambiado con la aprobación reciente de bulevirtida (Hepcludex) por la Agencia Europea del Medicamento, una alternativa más eficaz que puede reducir la carga viral, frenar la progresión de la enfermedad y mejorar el pronóstico.

Además, la OMS ha lanzado directrices recientes para mejorar la detección y tratamiento de hepatitis B y D, integrando las pruebas del virus delta en la lista de diagnósticos esenciales, en sintonía con la campaña “Es hora de actuar” del Día Mundial contra la Hepatitis.

Prevención como eje central

La forma más efectiva de prevenir la hepatitis D es mediante la vacunación contra la hepatitis B, particularmente administrada desde el nacimiento. Esta medida reduce la transmisión y protege ante la posibilidad del satélite delta.

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El llamado de la OMS es claro: integrar la vacunación, las pruebas, la reducción de daños y los tratamientos en los sistemas de salud, incluyendo atención primaria y programas para poblaciones vulnerables.

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