Posadas decembrinas: el inicio de una tradición que abre la puerta al sentido de la Navidad

Desde el 16 de diciembre, las posadas marcan un ritual comunitario que va más allá de la fiesta: historia, símbolos, organización y el verdadero significado de abrir la puerta.

Mundo16 de diciembre de 2025 Mariela Castro
pedir posada
Posadas decembrinas: el inicio de una tradición que abre la puerta al sentido de la Navidad

Cada año, el 16 de diciembre marca un punto de inflexión en el calendario emocional de México. No es aún Navidad, pero algo empieza a moverse en calles, patios y casas: las posadas. En medio del ruido comercial, los compromisos sociales y la prisa por cerrar el año, esta tradición se abre paso como un recordatorio silencioso de que diciembre no solo se celebra, también se camina.

Las posadas decembrinas no nacieron para ser fiestas improvisadas ni simples reuniones con música y comida. Su esencia está en el acto de pedir, esperar y recibir. En tiempos donde todo parece inmediato, esta tradición propone una pausa, una repetición consciente y un encuentro que, cuando se comprende, transforma la manera de vivir la Navidad.

Una tradición que nació del camino y la espera

El origen de las posadas se remonta al siglo XVI, cuando fueron utilizadas como una forma de enseñanza religiosa durante la evangelización en la Nueva España. Representaban el peregrinar de María y José en busca de alojamiento antes del nacimiento de Jesús, una historia que se repite durante nueve noches, del 16 al 24 de diciembre. No es una fecha al azar: son nueve días de tránsito, de preparación y de comunidad.

Con el paso del tiempo, las posadas se mezclaron con las expresiones culturales del pueblo mexicano. A los rezos se sumaron cantos, luces, alimentos tradicionales y símbolos que hoy forman parte del imaginario colectivo. Lo que comenzó como un acto religioso se convirtió en un ritual social que sigue vivo porque responde a una necesidad humana básica: no caminar solos.

posada piñata

Cuando la posada deja de ser posada

En la actualidad, muchas reuniones decembrinas se anuncian como posadas, aunque carezcan de los elementos que les dan sentido. La diferencia no está en la cantidad de invitados ni en el presupuesto, sino en la intención. Una posada auténtica conserva el gesto simbólico de tocar una puerta, de pedir alojamiento, de escuchar la negativa y finalmente abrir el espacio.

Ese momento, aparentemente sencillo, es el corazón de la tradición. Representa hospitalidad, empatía y la decisión consciente de recibir al otro. Cuando se elimina, la reunión puede seguir siendo festiva, pero pierde su raíz cultural y simbólica.

Organizar una posada: más que logística, conciencia

Organizar una posada no implica cumplir una lista de tareas, sino comprender el significado del encuentro. Desde elegir el espacio hasta decidir quiénes participan activamente en el acto de pedir posada, todo forma parte de una narrativa compartida. Incluso en espacios pequeños o contextos urbanos, la tradición se adapta sin perder su esencia.

En comunidades, escuelas, colonias o incluso empresas, las posadas cumplen una función social clara: fortalecen vínculos, generan identidad y ofrecen un momento de convivencia que no gira únicamente en torno al consumo. En un país como México, donde las tradiciones siguen siendo un punto de anclaje cultural, este ritual conserva un valor que trasciende generaciones.

no es posada

Los símbolos que siguen contando una historia

La piñata, el ponche, las velas y los cantos no son adornos casuales. Cada elemento forma parte de un lenguaje simbólico que se ha transmitido de generación en generación. La piñata tradicional, por ejemplo, no solo entretiene; representa una lucha simbólica y colectiva que culmina en el compartir.

Los alimentos típicos, preparados para todos, refuerzan la idea de comunidad. No se trata de sofisticación, sino de calidez. La posada, en su forma más auténtica, es un espacio donde nadie queda fuera.

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Las posadas hoy: una tradición que resiste

En tiempos de cambios acelerados, las posadas decembrinas siguen resistiendo porque apelan a algo profundamente humano. En un mundo que cierra puertas, esta tradición insiste en abrirlas. Se celebra en patios, departamentos, oficinas y calles, adaptándose a nuevas realidades sin perder su mensaje central.

Cada 16 de diciembre, las posadas vuelven a recordarnos que la Navidad no empieza con regalos, sino con el gesto de recibir. Y en esa repetición anual, discreta pero persistente, reside su vigencia.

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