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Del Anillo de Cenotes de Homún a la ruta de Cuzamá: qué ver, cómo llegar y las reglas esenciales para cuidar estas joyas naturales del mundo maya.
Mundo17 de octubre de 2025 Julia ZuritaDescender por una escalera de piedra hacia un espejo de agua transparente rodeado de selva, con la luz del sol filtrándose entre raíces, es una experiencia difícil de olvidar. Los cenotes de Yucatán son una de las maravillas naturales más fascinantes de México y una puerta abierta a la historia geológica y espiritual del mundo maya.
Desde Mérida, capital cultural y punto de partida de miles de viajeros, es posible acceder a docenas de estos cuerpos de agua sagrados que han sobrevivido al paso del tiempo. Pero antes de lanzarse a la aventura, conviene conocer cuáles son los más accesibles, las rutas para llegar, las reglas ecológicas y las mejores épocas del año para visitarlos.
Uno de los más visitados es el cenote Xlacah, ubicado dentro del sitio arqueológico de Dzibilchaltún, a apenas 15 minutos del centro de Mérida. Es un cenote abierto, amplio y de profundidad gradual, ideal para nadar y refrescarse después de recorrer las ruinas.
En dirección a la costa se encuentra El Corchito, una reserva ecológica en Progreso que resguarda varios cenotes rodeados de manglares y fauna local. A unos 40 minutos en auto desde Mérida, es perfecto para quienes buscan un ambiente más natural y tranquilo.
El famoso Anillo de Cenotes de Homún, a una hora de la capital yucateca, es una parada obligada. En esta ruta se encuentran los cenotes Santa Rosa, Tza Ujun Kat, Bal-Min, Holcosom y Canunchen, entre otros. Muchos son de tipo cerrado o semiabierto, con estalactitas que parecen suspendidas en el aire y aguas tan transparentes que reflejan la piedra caliza del fondo.
Otra experiencia singular es la Ruta de Cuzamá, donde el recorrido se hace en antiguos vagones sobre rieles, tirados por motocicletas o caballos. Esta ruta te lleva a cenotes como Chac-Sinicché, Aktun-Ha y Chan Ucil, verdaderos tesoros ocultos entre la vegetación.
Para los amantes del buceo profesional, el cenote Sabak-Há, en el municipio de Sacalum, ofrece profundidades que alcanzan hasta los 120 metros. Y si el viaje se extiende hacia el oriente, el célebre cenote Ik Kil, cerca de Chichén Itzá, es una postal icónica de Yucatán y uno de los más fotografiados del país.
Las rutas hacia los cenotes pueden hacerse de distintas maneras. Desde la ciudad, los colectivos que salen de la Plaza San Juan llevan a Homún o Cuzamá con frecuencia diaria. También es posible alquilar un automóvil para recorrer los pueblos y contratar guías locales, ya que muchas carreteras son de terracería y conviene orientarse con quien conoce la zona.
Otra opción es sumarse a un tour organizado que incluya transporte, acceso y guía. Estas excursiones suelen durar entre medio día y un día completo, con paradas en varios cenotes e incluso visitas a pueblos mágicos como Izamal.
Cada cenote tiene su propio carácter: algunos son abiertos y luminosos, otros son cuevas profundas donde el agua se tiñe de azul oscuro. En su interior es común encontrar formaciones de estalactitas y estalagmitas, raíces colgantes, peces pequeños y una atmósfera de serenidad que parece suspendida en el tiempo.
Muchos sitios cuentan con servicios básicos como vestidores, baños, chalecos salvavidas, guías comunitarios y áreas de descanso. Algunos cenotes incluso tienen plataformas para saltar, zonas de sombra o senderos interpretativos donde se explican las características del ecosistema.
Visitar un cenote implica asumir la responsabilidad de cuidar un ecosistema frágil. Por ello, existen normas estrictas que deben respetarse. Está prohibido usar bloqueadores solares, bronceadores o repelentes que no sean biodegradables, pues los químicos alteran la pureza del agua. Antes de ingresar, los visitantes deben ducharse o enjuagarse con agua dulce.
En varios cenotes no se permite introducir alimentos ni bebidas, y se pide evitar ruidos fuertes, basura o saltos fuera de las zonas señaladas. En los lugares con mayor profundidad, el uso de chaleco salvavidas puede ser obligatorio. Algunos sitios limitan el número de personas por horario para proteger la fauna y permitir el mantenimiento de las instalaciones.
Los horarios suelen ser de 8:00 a 17:00 horas, y las tarifas varían según el sitio, con precios diferenciados para nacionales y extranjeros.
Los cenotes pueden visitarse durante todo el año, aunque la temporada seca, de noviembre a abril, es la más recomendable. En esos meses, el agua es más clara y los caminos rurales son más transitables. Durante la temporada de lluvias, de mayo a octubre, las aguas pueden enturbiarse ligeramente y algunos accesos se vuelven más difíciles, aunque la vegetación luce especialmente verde y exuberante.
Solo en casos de tormentas fuertes o huracanes algunos cenotes cierran temporalmente por seguridad, por lo que conviene consultar antes de salir.
Yucatán alberga más de siete mil cenotes, pero solo una fracción está abierta al turismo. Estas formaciones son parte de un sistema subterráneo de ríos que durante siglos abastecieron de agua a las antiguas ciudades mayas. Hoy, más allá de su belleza, siguen siendo espacios de respeto, silencio y conexión con la naturaleza.
Sumergirse en un cenote no solo refresca el cuerpo: también despierta algo ancestral, un eco de las aguas que dieron vida a esta tierra. Planear la visita desde Mérida es abrir una ventana al corazón del mundo maya, donde el tiempo se detiene y la naturaleza habla en su propio idioma.
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